EN LA SELVA
El ambiente es cargante. La humedad domina. El calor es sofocante. Una vegetación invasiva avasalla el todo. Árboles de altura gigantesca cubiertos de plantas parásitas despliegan lianas de sus ramas. El terreno no se observa. Todo está cubierto por el monte.
El sonido es contaminante. Una diversidad de ruidos extraños se escucha. En su plenitud el agua corre. Los chirridos de insectos se levantan de la tierra. Los ruidos de anfibios deslizándose. Mamíferos rasgando la maleza buscando senda. Aves que en vuelo dejan eco en el viento. El vaivén de los árboles aporta.
En la distancia todo es verde. Los colores de las flores fulguran. La exuberancia se exhibe. La grandeza sobrecoge. Los rayos del sol no penetran al bosque denso. Que se modela en un caparazón protector del vapor.
Un humano de mirada salvaje se mueve a través de la espesura. Atento al peligro latente que le amenaza. Respira en sofocación. El vapor cubre sus largos cabellos y su piel desnuda dándole un brillo resaltante a su musculatura poderosa. Con dominio del terreno camina sobre sus anchos y largo pies que en sus plantas visten una coraza callosa. Un oído muy acrecentado percibe hasta el más quedo sonido de lo que le rodea.
Súbitamente el ruido temible de un rugido le previene. Él se detiene abre sus dos piernas tomando dominio del suelo. Sus puños cerrados se preparan. Su cabeza se torna a un lado y al otro buscando a lo que viene. En un instante le ve. Es un león de tamaño impresionable. Mueve su cabeza buscando su presa. Está hambriento. Convirtiéndole en una criatura letal. En la distancia se localizan. Con mirada severa se retan. Bruscamente los dos inician una carrera temeraria destrozando naturaleza a su paso. Y chocan violentamente. Rodando por el terreno en un enfrentamiento sin tregua. Forcejeando ninguno cede. La inmensa mandíbula del animal se abre intentando devorar. El humano se suelta con listeza. De pie se apodera de la cabeza de su enemigo con sus gruesas manos. En posición inamovible la tuerce. Los músculos de su humanidad se tensan creciendo hasta el punto previo del desgarro. Un ruido seco se escucha. La cabeza cede. Torciéndose completamente. El animal cae. Inerte se muestra vencido.
El humano levanta sus manos mostrándolas cual garras. Su mirada fiera se proyecta hacia el vacío. Su cara en rictus. Abre su boca y grita. El eco le acompaña. Es el vencedor.
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