En el bus
En el trópico donde el calor quema. En un pueblo de cierta extensión con una masa homogénea de habitantes, el transporte ocurre en un bus de modelo antiguo, perteneciente al siglo pasado. La pintura externa esta desgastada. Contamina con una humarada de gases de motor. Su marcha es lenta y su uso ha sido excesivo. Traslada gente de un extremo al otro en todo el día. En las paradas le espera un gentío, que pareciera imposible que cupiera en tan limitado acarreo. Todos aglutinados entran por una puerta estrecha, en total desorden.
-¡Cof cof! –tose la gente al sentir los gases en su garganta.
El vehículo es manejado por un chofer de una paciencia casi infinita. Y que a su vez es el que cobra el pasaje e impone el orden a punta de gritos. Desde el inicio de su ruta el interior del bus queda abarrotado de pasajeros. En cada parada pocos bajan y muchos suben. Una radio en mal estado con señal intermitente y sonido chirriante en su máximo volumen, como para sordos atormenta al grupo.
-¡Hey! el de las gallinas, cuidado y se cagan que me toca limpiarlo –el chofer manda, mientras el dueño las agarra fuerte que están aleteando y soltando plumas por doquier.
Dentro del vehículo el suelo es alto y el techo es bajo. Cualquier mortal de estatura mediana deberá sufrir torceduras de cuello por falta de espacio. Es tal la cantidad de pasajeros que deben mantenerse tan juntos que dificulta la respiración. Un fulano de mirada lasciva contempla a la muchacha a su lado aprobando sus curvas voluptuosas. Con disimulo se le pega para gozar un poco.
-¡Tú, atrevido no te me pegues! Aprovechado. Falta de respeto. Apártate que al rato se siente bultos creciendo-, se queja la favorecida de la excitación ajena, quien ataca a carterazos al osado.
-¡Aráñalo! Dale un rodillazo entre las piernas para que aprenda –le insisten otras pasajeras. Y los hombres reaccionan a risotadas preguntando – ¡Oye! ¿Y qué? ¿Esta buena la hembra?
-En la esquina. ¡Parada! –desgañitan unos parroquianos-. No sale nadie que no haya pagado pasaje -grita el chofer. Entretanto los que salen tienen que luchar a brazo partido cruzando entre el gentío para llegar a la puerta. Mientras que el motor del quebrantado bus tiembla y se apaga-. Otra vez se queja el chofer.
Unos escolares hastiados comienzan a cantar himnos escolares insípidos para distraerse. Otros pasajeros no hablan sino vociferan para hacerse entender en las conversaciones improvisadas. En el rincón mas apartado, en el último asiento, una pareja de enamorados; en estado de ausencia se miran prometiéndose amor eterno. Algunos envidiosos le gritan al varón.
-¡Llévatela para un hotel!
El calor, la incomodidad y el ruido en el bus sacan de quicio al más equilibrado. ¡Cómo se sufre!
No hay comentarios:
Publicar un comentario