EN LA LABOR NOCTURNA
Irrumpe el anochecer. La mujer se prepara. Se ducha rápidamente. Se dedica a su rostro. Se unta dos capas de maquillaje para resaltarlo. Los parpados bien oscuros. Sus mejillas con un rojo muy marcado. Sus labios más gruesos de lo que son lucen un color casi violeta. Cepilla su luenga cabellera moviendo su cabeza para darle más cuerpo. Ahora el turno es de la ropa. Escoge una mini- mini falda. La que cubre solo lo estrictamente necesario. Bien ajustada sobre sus anchas caderas y su pronunciado culo. La blusa casi transparente con escote escandalosamente profundo. Se monta sobre unos zapatos de tacón lo más alto posible. Se rocea ampliamente con un perfume barato. Esta lista.
Sale. Camina pronunciando sus movimientos. Al rato llega a la vecindad comercial ahora casi vacía. Es de noche. Toma una de las esquinas. Enciende un cigarrillo. Espera por su próxima presa. Tira la colilla al piso. Lo apaga con la suela de su zapato. Los coches pasan. Sus ocupantes la miran. Ella llama la atención. Uno se detiene.
-Hola guapo te apetece compañía –comunica al recién llegado-. ¿Cuánto? Son 35 por los 15 minutos y 100 por una hora.
La invita a subir. Una vez adentro ella le toquetea. Un roce en el cuello y una mano entre las piernas. Arriban a un hotel de citas. Antes de comenzar informa. –Soy prepago-. El cliente desembolsa y paga. Ella se desnuda. Tiene el cuerpo todavía firme. Es nueva en el oficio. Él le sigue. Ya en la cama se inicia el arrimo y el toque. La pasión crece. Las manos se mantienen ocupadas. La boca en uso contribuye a la excitación. Unos minutos después jadean, gritan y llegan al clímax.
Ella se desocupa. Busca a otro usuario. Luego otro más. Ya casi amanece. La mujerzuela camina arrastrando los pies. Está agotada. En su cuartucho se sienta en el camastro. Mira a la distancia por la improvisada ventanita. Baja su cabeza. Su mano se posa sobre su frente. Cierra sus ojos. Dos lágrimas corren. La mujer de la noche es infeliz.
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