En el trasnocho
Brillan las luces. Algunos están cansados. Vuelven a su hogar. Otros indecisos no toman rumbo. Pero algunos tienen plan. Un hombre se desplaza rápidamente. Tiene prisa. Al llegar a su apartamento busca un traje de etiqueta. Le repasa.
-Está bien. No requiere planchado. ¿Dónde estará la camisa?
El que busca encuentra. En minutos se viste. Con elegancia sale a la noche. Sus pasos son rápidos. Divisa el teatro. Respira profundamente, ya aliviado. Afuera se forma la fila de asistentes. Está larga. Hay paciencia. Adentro en el foso los músicos ensayan. El ruido de diferentes instrumentos en desarmonía incomoda al oído. Él espera. No es su turno. Se dirige al escenario. Revisa el taburete que ocupará. Se sienta. Toma su violonchelo lo sujeta entre sus piernas y toca las cuerdas con un arco. Ensayando. Le avisan que desaloje. Se abre el telón frontal revelando el plató. El público aplaude. Es llamado. Camina hacia el centro y saluda con una reverencia. Se sitúa. Abraza a su instrumento. E inicia la ejecución. Notas musicales se escapan e invaden el espacio. El violonchelista se eleva en comunión con su arte. En el momento sublime no existe más nada. Al finalizar vuelve al encuentro con su público. Éste en pie aplaude con efusión.
La presentación ha llegado a su fin. Él se ausenta. Camina por la calle. Es temprano para volver a casa. El embrujo de la noche lo envuelve. En su trayecto se topa con una larga fila que espera entrar en un cabaret. Él es bienvenido. Le aceptan de inmediato. Presencia obliga.
En el interior la música estridente le hace reaccionar. Se deja llevar. En la pista baila. Entrecierra los ojos. Es un momento de soledad en medio del bullicio. Más tarde consume una copa de vino. Luego otra…
Cuando deja el lugar. Ya la noche es profunda. Es muy oscura. Pronto se revelará el crepúsculo. Camina sin prisa. Se acerca a la casa situada próxima a las caídas de agua. Observa detenidamente la llegada del amanecer. Se libra de sus zapatos. Desabrocha el nudo de su cuello. Localiza una silla. Se sienta. Abraza su violonchelo. Y ejecuta lo inspirado. Su creación, su música invade la amplitud del cielo abierto. Embelesado se ausenta. Es su momento.
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