lunes, 29 de agosto de 2022

EN LA GUERRA

 


En la guerra

En el campamento militar el ejercicio obliga. El entrenamiento es constante. Se preparan para lo que viene. La mirada es insegura. ¿Sabemos porque lucharemos? O manejamos una idea falsa. En el catre casi ni dormimos. La duda nos agobia.

-En tres días partiremos a los campos de batalla –nos grita el señor de la guerra.

Al oírlo. Una frialdad nos invade. Nuestras mujeres nos despiden. Con ojos húmedos iniciamos nuestro viaje. No advertimos que nos espera. Se abren las puertas del avión. Somos golpeados por una corriente caliente de aire. Nos sofoca. Transpiramos. Hay que moverse. Hemos arribado.

-¿Debo seguir o debo huir? -Me pregunto quedamente.

Prontamente nos preparamos. Vamos al campo enemigo. La ciudad está desierta. No se asoma ni una cara. Las edificaciones están destruidas. El viento del desierto levanta remolinos de arenilla. Nos ciega. Caminamos con cautela. Atentamente observamos el terreno, las ruinas y el cielo. La tirantez cercena la atmósfera.

-¡Pum! –nos cubrimos en tensión-. ¡Ra-ta-tá! –nos ametrallan.-¡Buuum! –estalla un cañonazo.

Aterrados corremos. Nos escondemos. Algunos de los nuestros han caído. No podemos rescatarlos. De igual forma que llegó. El enemigo desaparece.

En la noche montando guardia en soledad. Simulo que no me afecta. Me ahogo en el sufrir. No lloraré. No quiero probar mis lágrimas. Me ahogo. Suelto mi pánico. Lo enfrento.

-¿Qué hago aquí? -¡Éste no es mi lugar! ¡Esta no es mi guerra! Hasta donde es mi aguante.

Solo me respondió el silencio, uno inaguantable.

-¡Buuum! –explotó.

Perdí la conciencia. Perdido no entendía. ¿Acaso había muerto?  Algo dentro de mí me ordenó.

-No puedes morir.  

miércoles, 24 de agosto de 2022

EN LA OSCURIDAD

 

EN LA OSCURIDAD

En una calle de la colmada ciudad sombreada por arboles talludos y de ramaje denso hay una casa que está a oscuras. Ya el reloj marca el inicio nocturno. Los peatones se preguntan. Será que está desocupada o abandonada.  Al paso del tiempo un ruido repetido suena sobre el pavimento. Una figura pequeña y delgada se desplaza con lentitud y cautela. Viste un pesado abrigo, gorro y lentes oscuros. Al subir los nueve escalones de la escalera externa un golpe seco se repite a cada paso. Adentro tantea el buzón de correos y retira varios sobres. Continúa subiendo escalones en un lugar donde un ascensor falta. Al paso de minutos y más tarde de horas la casa se mantiene apagada.

En la acera de enfrente un vagabundo recostado a un árbol observa las ventanas. Sin poder descifrar que ocurre adentro. Solo oscuridad impera.

-¿Por qué no hay luz? –comenta-.No ven televisión ¿Qué ocurre? Podría hacerme de unos cuantos billetes para mis vicios. Si no hay nadie. Ésta es una oportunidad. Esa cerradura es fácil de burlar.

En casa una persona se mueve con destreza de una habitación a otra. Se escucha agua fluir. Bajan un inodoro. Cesan los ruidos. La noche prosigue. El testigo accidental cavila. Presto el asaltante se acerca a la vivienda. Violenta la cerradura. Se introduce sigilosamente. Tanteando se orienta en la oscuridad. En una habitación,  al acercarse. Observa un bulto sobre el lecho.

-¿Será alguien? – expresa quedamente. Un ruido saca al intruso de su ensimismamiento. Algo se mueve en la cama.

-¿Quién anda ahí? –indaga una voz femenina.

Sorprendido se arrima a la pared conteniendo la respiración. Pero está al descubierto. Teme ser visto. Una mujer pequeña se levanta desplazándose hacia la puerta. Pasando por el frente del delincuente sin advertirlo. Éste la sigue. La mujer percibe algo. El agresor es incapaz de descifrar la situación. Cuando la mujer voltea hacia él. Mueve su mano. Nota que no le ve. Ella en su mano maneja un bastón de color blanco. El ladrón corrobora.

-Pero es ciega –sin palabras lo confirma-.Esto es pan comido. Enciende la luz del recinto. Busca un arma. Mientras la mujer se desplaza veloz. Enfrenta una situación de peligro. Está en desventaja. Piensa rápidamente como lidiar con el acometedor. Desconecta el interruptor eléctrico dejando sin luz la vivienda. Un enfrentamiento desigual. Un malhechor que para moverse en la oscuridad tantea. Una ciega que está en su ambiente. ¿Quién ganará la afrenta? La oscuridad maneja la respuesta.

martes, 23 de agosto de 2022

EN LA LABOR NOCTURNA


 

EN LA LABOR NOCTURNA

Irrumpe el anochecer. La mujer se prepara. Se ducha rápidamente. Se dedica a su rostro. Se unta dos capas de maquillaje para resaltarlo. Los parpados bien oscuros. Sus mejillas con un rojo muy marcado. Sus labios más gruesos de lo que son lucen un color casi violeta. Cepilla su luenga cabellera moviendo su cabeza para darle más cuerpo. Ahora el turno es de la ropa. Escoge una mini- mini falda. La que cubre solo lo estrictamente necesario. Bien ajustada sobre sus anchas caderas y su pronunciado culo. La blusa casi transparente con escote escandalosamente profundo. Se monta sobre unos zapatos de tacón lo más alto posible. Se rocea ampliamente con un perfume barato. Esta lista.

Sale. Camina pronunciando sus movimientos. Al rato llega a la vecindad comercial ahora casi vacía. Es de noche. Toma una de las esquinas. Enciende un cigarrillo. Espera por su próxima presa. Tira la colilla al piso. Lo apaga con la suela de su zapato. Los coches pasan. Sus ocupantes la miran. Ella llama la atención. Uno se detiene.

-Hola guapo te apetece compañía –comunica al recién llegado-. ¿Cuánto? Son 35 por los 15 minutos y 100 por una hora.

La invita a subir. Una vez adentro ella le toquetea. Un roce en el cuello y una mano entre las piernas. Arriban a un hotel de citas. Antes de comenzar informa. –Soy prepago-. El cliente desembolsa y paga. Ella se desnuda. Tiene el cuerpo todavía firme. Es nueva en el oficio. Él le sigue. Ya en la cama se inicia el arrimo y el toque. La pasión crece. Las manos se mantienen ocupadas. La boca en uso contribuye a la excitación. Unos minutos después jadean, gritan y llegan al clímax.

Ella se desocupa. Busca a otro usuario. Luego otro más. Ya casi amanece. La mujerzuela camina arrastrando los pies. Está agotada. En su cuartucho  se sienta en el camastro. Mira a la distancia por la improvisada ventanita. Baja su cabeza. Su mano se posa sobre su frente. Cierra sus ojos. Dos lágrimas corren. La mujer de la noche es infeliz.      

 

EN LA MONTAÑA



 En la montaña

 

 

En las cumbres altas que se erigen desde los terrenos bajos. Alcanzando picos que vetan al sol. Donde se ventilan corrientes frías, aún más frías y hasta heladas. Donde se acumulan las nieves eternas. Ellas se muestran en calma. El viento corre sin obstáculos. Tomando fuerza. Acelerando el movimiento. Enfriando a su alrededor.

¡Beeee! -bala la cabra.

Loqueando salta y brinca. Cabriolando. Brinca que brinca. Inquieta. Sube a lo alto. Trepando más arriba. Entre más alto mas es el agite. Ve a los picos. Planea como llegar allá.

En cansancio se posa sobre la hierba. Apoya su barba. Se queda quieta. Percibe.

La vegetación es escaza. Los precipicios son profundos. Pocas nubes hay en el cielo muy azul. En el espacio abierto algunas aves vuelan. Flotando. Haciendo círculos. Bajando en las corrientes, para luego subir. La cabra curiosea.

Se levanta. Busca alguna mata. Consigue clavelitos. Los muerde. Los mastica. Los guarda para más tarde. Está saciada.

Observa las montañas más altas. Su corazoncito late acelerado. Respira profundo. Desea. Sueña con las alturas. Algo la impulsa. Pega una carrera. Llega a la falda de la montaña. Desafiada por el borde inclinado. Se esfuerza. Escala vigorosamente.

En empeño consigue la cumbre. Arriba llega en agite. Se va aquietando, subyugada por la vista. Percibe las pendientes. Los picos nevados le atraen. La escaza vegetación despierta su curiosidad.

¡Beeee! -bala la cabra.

En soledad comprende que aquello que ve a sus pies le pertenece. Es su mundo. Es su reino.

 

EN EL ABANDONO

  En el abandono Fuiste magnífica. Eres una construcción imponente. Mucho fue el tiempo, el esfuerzo y la fatiga invertida para erigirte...