En la montaña
En las cumbres altas que se erigen desde los terrenos bajos. Alcanzando picos que vetan al sol. Donde se ventilan corrientes frías, aún más frías y hasta heladas. Donde se acumulan las nieves eternas. Ellas se muestran en calma. El viento corre sin obstáculos. Tomando fuerza. Acelerando el movimiento. Enfriando a su alrededor.
¡Beeee! -bala la cabra.
Loqueando salta y brinca. Cabriolando. Brinca que brinca. Inquieta. Sube a lo alto. Trepando más arriba. Entre más alto mas es el agite. Ve a los picos. Planea como llegar allá.
En cansancio se posa sobre la hierba. Apoya su barba. Se queda quieta. Percibe.
La vegetación es escaza. Los precipicios son profundos. Pocas nubes hay en el cielo muy azul. En el espacio abierto algunas aves vuelan. Flotando. Haciendo círculos. Bajando en las corrientes, para luego subir. La cabra curiosea.
Se levanta. Busca alguna mata. Consigue clavelitos. Los muerde. Los mastica. Los guarda para más tarde. Está saciada.
Observa las montañas más altas. Su corazoncito late acelerado. Respira profundo. Desea. Sueña con las alturas. Algo la impulsa. Pega una carrera. Llega a la falda de la montaña. Desafiada por el borde inclinado. Se esfuerza. Escala vigorosamente.
En empeño consigue la cumbre. Arriba llega en agite. Se va aquietando, subyugada por la vista. Percibe las pendientes. Los picos nevados le atraen. La escaza vegetación despierta su curiosidad.
¡Beeee! -bala la cabra.
En soledad comprende que aquello que ve a sus pies le pertenece. Es su mundo. Es su reino.
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