lunes, 12 de diciembre de 2022

EN EL SACRIFICIO

 

En el sacrificio

En el desierto todo está cubierto de arena fina. La que el viento levanta y lleva en el aire. El calor es intenso durante el día y el frío también lo es en la noche. Los alacranes se esconden esperando su presa para en proximidad atacar sin tregua. Hay una soledad constante. Y el agua escasea aunque la sed es persistente. 

En un pueblo cercano, el comercio es ilícito en gran cuantía. Entre los muros de piedra de una casa antigua, muy antigua se esconden secretos. Solo viven dos mujeres, una joven y una vieja. Una de ellas es una muy peculiar. Duerme casi todo el día. Y vaga casi toda la noche. Observa las calles vecinas tras las persianas de las ventanas. Ella busca algo.

Los hombres locales no se acercan a la casa misteriosa. Pero de vez en cuando y de cuando en vez un foráneo llega. Se les ha visto entrar mas no salir.

La mujer diferente al abandonar el lecho se instala en la cocina y apacigua su hambre. Le gusta la carne de cordero y los dátiles. Sus preferidos los consume en cierta cantidad no tan usual. Una vez saciada, se va al baño en el que una gran tina llena de mucha agua se aromatiza con sales y perfumes. Un poco después se viste muy colorida y se adorna con joyas. El maquillaje no falta, que se lo aplica generosamente. Luego espera con paciencia.

-¡chiiiiiiiiir! –se escucha el chirrido de la puerta

La joven al oírlo, se endereza. Se arregla su cabello frente a un espejo. Camina hacia un encuentro. Un hombre delgado de cierta apostura es abordado. Él la mira mostrando satisfacción. Es bella. Tal como le comentaron.

En silencio se aproximan. Se tocan. Él le acaricia la mejilla. Ella le abraza. Ya en el lecho, el tiempo se consume en más caricias con inquietas manos. Los besos no faltan. La pasión los envuelve. Y comienzan los jadeos. Finalizando en éxtasis. El acto sexual quedaba consumado.

El hombre agotado ya bosteza. Se duerme. Y es cuando se desarrolla un ritual muy novedoso para la época. Incienso se enciende. Ella le mira con asiduidad. Sus labios se mueven en un rezo. Sus ojos se oscurecen. Su boca se marca en un rictus. Muy despacio saca una daga. Se entumece. Su cabeza se yergue. Ataca con certeza y brío. Perfora una vez  el cuerpo del amante ocasional. Para seguir una vez más, una vez mas y así muchas veces más. El hombre despierta sin oportunidad de defensa. Ya es tarde. Un gato gordo de ojos amarillos observa impávido. Lentamente una nubosidad baja del vacío sobre la cabeza de la asesina. Se cumple el pacto entre lo humano y lo divino.

-¡Je, je! –ríe astutamente.

 

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