En el museo
Es tarde en la noche. Un desconocido vestido completamente de negro camina. Porta un maletín amplio, muy cargado. Se acerca a un museo. Entra al edificio abandonado que queda vecino. Sube al tercer piso. Se sitúa en una ventana desde la que se ve la galería. Saca del maletín una cuerda metálica con un ancla en su terminal. Apunta el lanzador hacia el piso alto del museo. La dispara. El ancla disparada se acomoda en el borde superior del techo. Se cuelga una cartera de herramientas a su cuerpo. Se coloca una máscara. Coloca la baga con cuerda; que sostiene un asiento; en el cordón que va desde la ventana hasta el techo del museo. Se monta. Aprovechando el declive se desliza rápidamente. Pasando sobre el muro y la valla de seguridad.
-Ahí vamos –murmura mientras se transporta.
Al llegar a la pared del edificio se mueve hacia la ventana. Le desmonta desde sus bordes. Burlando la alarma. Por la abertura entra en el recinto. Camina sigilosamente.
-Hola. Ya estoy adentro –habla por un teléfono muy quedamente a una segunda persona.
-Ya desconecto el panel con el sistema de alarma y se cortará el campo magnético –informa el segundo.
El silencio es profundo. Hay pocas luces encendidas. El ladrón mirando cautelosamente hacia ambos lados recorre la distancia hasta la sala. Aquella en donde se exhibe la pintura elegida. Al localizarla la mira con atención.
-¡Que bella es! –susurra embelesado.
Procede al desmontaje de la pieza. Súbitamente se dispara la alarma. El edificio se copa de un ruido cortante, que llena cada rincón. Las lucen se encienden invadiendo la oscuridad.
-¡No desconecto la alarma! –dice casi en un grito.
Rápidamente agarra la pintura. La envuelve en un paño. Y corre. Al máximo que le permite las salas y pasillos. Ya se oyen las voces de los guardias. Hay un movimiento envolvente que viene hacia la sala robada. El ladrón busca el camino de escape. Su respiración es agitada. Corre tan de prisa que en una vuelta resbala y se desplaza sobre el piso, golpeándose bruscamente contra una pesada mesa de mármol. El cuadro sale de sus manos. Queda mareado por el golpe. Se incorpora. Pero cae. Siente un fuerte dolor en sus rodillas.
-Ay, me rompí….
Tres guardias le rodean. Le apuntan con sus armas. -Queda detenido. La policía ya viene en camino –le enteran. El ladrón mira hacia el cuadro tirado sobre el piso. Tristemente exclama: ¡Falle!
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