martes, 23 de agosto de 2022

En el tren



EN EL TREN

Llovía. Las gotas caían con serenidad. Los nubarrones enseñoreados dominaban el cielo plomizo. Había agite. Seres que se desplazaban con prisa. No querían mojarse. Portaban paraguas y algunos se servían del papel periódico que resbalaba gotas pero también algo del tinte de la impresión. Algunos charcos pequeños salpicaban al paso peatonal.

Ella vestía gabardina. Un sombrero de ala cubría la mitad de su rostro. Al llegar a la estación de trenes empujó la puerta giratoria construida para temporadas más frías. Al llegar al pasillo levantó su faz. Mirando hacia el reloj que saludaba desde lo alto del muro frontal a más distancia. Susurró:

-Ya casi son las 5. Que rápido se fue la tarde.

Descendió rápidamente la escalera con pleno dominio de sus zapatos de tacón alto. El piso principal se encontraba casi lleno. Algunos se dirigían hacia los andenes anexos a los trenes y otros se encaminaban hacia la salida principal de la estación.

-¡Uf! Que gentío –exclamó la dama.

Queriendo anticipadamente ver el pasillo hacia donde se dirigía. Estiró su cuello. Inesperadamente alguien le chocó de frente. Ella resbaló. Cayó al suelo. Se halló sorprendida. Su contrincante ni se detuvo y mucho menos se disculpó.

-¡Ay!-se quejó sobándose el hombro golpeado.

Una mano le agarró por su brazo levantándola sin preguntar. Una vez que quedó en pie. El sujeto siguió con prisa su camino. Ella lo buscó para agradecerle, pero lo único que divisó fue una ancha espalda.

-Que desarreglo. Debo parecer una loca. Me ensucie el vestido y está húmedo.

Comenzó a moverse. Respiró hondo. Y consiguió ligereza.

Ya en el andén. Atentamente revisó en la guia de salida. El sardinel donde estaba su tren y el tiempo remanente de su partida.

Los primeros vagones se habían llenado de pasajeros. En búsqueda de un asiento libre. Caminaba con rapidez mientras  fisgoneaba por las ventanas por un espacio. Inesperadamente, un chorro de humo salió disparado de los rieles. El impacto la tomo desprevenida.

- ¡Aghgggggh! Creí que me quemaba –gritó sobresaltada.

Su movimiento se aceleró. Comenzó a respirar agitadamente, hasta que divisó un sitio libre.

-¡Ahí hay uno! Qué suerte.

Abordó el vagón. En el preciso instante en que el tren se movió. Iniciando su marcha. Y la puerta quedó sellada.

Caminando en vaivén. Apoyándose en los respaldares de las butacas. Manteniendo su equilibrio amenazado por el movimiento del tren en marcha. Logró acceder al sitio vacío. Al sentarse se explayó con gusto.

-¡Uff! Qué alivio.

Al recuperar su aliento. Ya más en calma inicio una pesquisa a su alrededor.

-Aquel está cansado. Si casi se queda dormido. El de más allá tiene trabajo atrasado, ni levanta la vista de su ordenador. El de aquí cerca le gusta soñar, está en una nube. El que mira fijamente a través de la ventanilla quiere estar solo.

De improvisto su mirar se cruzó con otro. Se sintió descubierta. Bajó la mirada por un segundo. Seguidamente reiteró la pesquisa. Nuevamente el hombre la miraba.

¿Por qué me mira? Y tan fijamente – musitó.

Percibió una punzada de nervios. Cambió de posición en su asiento. Seguidamente dirigió la mirada al mismo sitio. Allí estaba. Se inició la aparición de un sofoco.

-Debo moverme. Caminaré por el pasillo –agregó la mujer.

 Abrió la puerta del carruaje. Se mantuvo en el espacio entre vagones, en soledad.

De pronto Él apareció como saliendo de la nada. Estaba a menos de un metro de ella. La mujer respiraba en agite. Buscó hacia un lado queriendo escapar. Pero en un instante atisbó la mirada del desconocido. Había algo que irradiaba llaneza. Aquello le tranquilizó. Las miradas se mantuvieron fijas. Algunos segundos pasaron. Repentinamente una corriente se disparó entre los dos. Una fuerza los atrajo uno hacia el otro. Sus rostros  se arrimaron. Lentamente sus párpados descendieron ocultando su mirada. Sus labios en contacto sellaron un beso….

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