lunes, 16 de enero de 2023

EN LA MISERIA

 


En la miseria

Es ya de madrugada. El crudo invierno invade con su temperatura gélida. Por los orificios se cuela el viento. En una habitación donde todo está gastado viven dos personas.

-No hay trabajo. ¿Cómo podré traer comida? – musita uno de ellos.

Con una ropa agujereada trata de abrigarse. Pero es difícil, la tela está muy delgada por el uso continuo.

Brrr! –se queja del frío. 

Bosteza largamente, es por el hambre. Un dolor invade su estómago vacío. El que solo contiene ácidos que intentan digerir lo que no hay. No concilia el sueño. Su mente solo procesa problemas.

-¡Sigh ains! -suspira la mujer en la cama. Después se oye un lloriqueo El compañero extiende su brazo y con su mano le toca la frente. Le preocupa, porque ella tiene fiebre y una muy alta. Ni pensar en llevarla a un hospital. No hay dinero para medicinas. Ella yace sobre un colchón con roturas por todos lados y ya sin resortes. La sábana que la cubre está muy usada, no abriga, huele muy mal, apesta. Continuamente la visitan las ratas. Las que lamen sus heridas. El piso está levantado y con severos huecos. Filtraciones corren por las paredes que ya ni color tienen. Tres fotografías antiguas estas despegadas a punto de caer. El ambiente es húmedo. El aire esta irrespirable. La mujer en su letargo llora. Es un llanto débil que casi ni se escucha. Trasmite dolor, uno perenne.

-Dios. ¡Ayúdame! –suplica el hombre. Baja su cabeza, la barbilla sobre su pecho, las lágrimas corren por su cara. Hay rabia con desespero. Siente que no puede respirar. Se levanta. No tiene rumbo. Se acerca a la pared. Se choca con ella. Comienza a golpearla con su cabeza. Al inicio lo hace suavemente. Y luego golpea más fuerte. Más y más fuerte. Con desesperación. Se rompe la piel. Un hilo de sangre corre. El llanto le domina. Va cambiando a uno más fuerte. Griticos se escapan de su boca. Suben de intensidad. Y ya son gritos.

Inesperadamente para de llorar. Voltea y mira la ventana improvisada. Se ve la luna blanca y brillante en la inmensidad del cielo oscuro. El hombre la observa fijamente. Su mente para de procesar solo problemas. Queda en blanco. Los restos de lágrimas se han secado. Él se calma. Una idea nueva le llega a su cabeza.

-Pero yo puedo cambiar esto. Debo buscar una salida. ¿Y si voy a los muelles? Podría descargar algún barco. O limpiar la cubierta. Me haría unos pesos. Y también puedo pedir un trabajo de recogedor de basura, este siempre hay. Si trabajo dos turnos me pagarían más….

Y él salió. Caminó suave y luego le metió prisa. Respiró hondo. Su corazón palpitó fuerte. Algo en su interior le comunicaba que podía conseguirlo. Y en medio de tanto dolor un intento de una semi sonrisa se dibujó en su rostro.

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